miércoles, 28 de julio de 2010

Cuento.-

Los canarios de Dios.-

A Julio B.-

" Cada criatura es una garganta que canta, habla o chilla ".- Daniel.-

Es difícil triunfar en cualquier cosa, aún más lo es en el deporte y por encima de todo en el ajedrez.
-Fernando es bueno, pero le falta concentración.
-Aún no domina la técnica de las aperturas.
-No tiene claro cuándo hay que atacar al adversario.
Son algunas de las opiniones críticas de sus amigos, que conocen su estilo de juego y sus resultados.
Fernando quiere ser un ajedrecista respetado, apreciado y temido, aún no lo consigue.
-Fernando, te he comprado este par de canarios para que te acompañen en tantas horas de estudio del ajedrez- le mima y susurra Beatriz, su encantadora madre que le cuida con pasión; F Patricia, su hermana, detesta que se dedique al ajedrez, colabora junto a su madre en el silencio para que pueda concentrarse.
Un domingo al atardecer, hallándose en casa sólo, escucha que los canarios hablan entre sí en voz baja, supera su asombro y se acerca a ellos para escucharles. Un canario le dice al otro: -Pobre Fernando, no encuentra las llaves del éxito, algo le falta por descubrir, cómo podríamos ayudarle.
-Es verdad -le contesta el otro canario- con su consagración bien podría ser un ganador en cualquier competición.
Fernando prefiere no intervenir en el diálogo de los canarios, encuentra amables y bondadosos sus comentarios. Cuando él se acerca demasiado ellos callan, decide ponerles una grabadora
para registrar sus conversaciones durante el día, por la noche ya recogido en su habitación, reproduce las voces de los canarios que hablan de todo: política, economía, página roja, sociedad, musica, cine y hasta sexo y, desde luego durante unos minutos hablan de Fernando, al que elogian y agradecen por cuidarlos, pero llegan a la conclusión que si el éxito no le llega es porque puede perjudicarle, transtornaría su corazón entregado y lo peor de todo, dejaría la pasión de buscar la gloria, su vida perdería fuerza. Fernando deja de grabarles y desiste de buscar el éxito, siente alegría de ser buen ajedrecista y vivir con intensidad esos sentimientos. Fin.-

Vitelio Chisant

Barcelona, 27 de julio de 2.010.-

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