jueves, 16 de febrero de 2012

Guiño de Tigre, novela, segunda parte, a mamá.-

Cuarta entrega.-
1.-Recibo postal de María Eugenia Riaño desde Colombia -postal que de un tiempo para acá está perdida, seguro aparecerá-, recién llegados a Barcelona; en ella expresa su emoción por nuestro viaje, se siente conmovida por el oficio al que me dedico y me desea suerte; desde entonces estoy empeñado en escribir; para el momento de la postal, a finales de 1986, estaba en borrador mi primera novela: El sueño del alfil. Primero la escribí a mano, después en ordenador cuando realicé el primer viaje a Colombia, en 1993, es decir permaneció siete años enmudecida. Mi prima Cristina me ayudó en la informática y luego a su divulgación. La primera comunicación en ese sentido es de María Eugenia, oportuna y tierna. A los pocos meses de llegar la postal, fué abatida a tiros cuando tomaba su desayuno en una cafetería de la población de Chiquinquirá, esa era su rutina antes de ir a trabajar como juez penal que su homicida conocía. Pocos años después, en el delirio de unas invocaciones en la tabla de los espíritus. ella nos saluda desde otra dimensión y confiesa por mensaje de letras de la tabla que me ama. Yo también la amo. No existe el tiempo para estas declaraciones.
2.-Por cierto que mi padre también estuvo presente en esa sesión con la tabla de los espíritus -se sabe que familia y amigos se unen para enviar mensajes de cariño a esta dimensión-; lacónico y amoroso, nos deseó suerte; él nos acompaña y apoya en esta travesía; allí donde está se realiza en sus pasiones por el Derecho y la Política, sigue siendo orador insigne y valiente en sus actitudes, cuida como nadie de nuestra madre que es nonagenaria y nos espera con su sonrisa encantadora.
3.-Paholita se lanza al agua en el pozo llamado de "los ocho chorros" de la vereda de Guasimal y tarda en salir a la superficie; la caída de agua al pozo es enorme, en esos días hay potente caudal por lluvias abundantes; emerge y saca un brazo en señal de que se está ahogando; me lanzo a rescatarla, es imposible llegar hasta ella por la fuerza del agua que me impide tocarla; pienso que ella se va a morir, lo mismo que yo; de pronto escucho un rugido sobrecogedor, celestial, que nos saca a los dos a la superficie; este milagro, desde entonces los veo con frecuencia, lo conservo para compartirlo ahora; gracias al Divino Cosmos y Seres de Luz se realizan los sucesos que necesitamos coronar.

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