martes, 15 de octubre de 2013

Cuento.-

                                                          Audiencia Pública.-
Para Javier Pereira y Gonzalo Pérez.-
" Todos somos juzgados alguna vez sin darnos cuenta".- Daniel.-
 El juez declara con solemnidad abierto el debate en Audiencia Pública, manifiesta que desea  una lucha retórica y de pruebas, de calidad, con libertad de expresión, sin golpes bajos ni injurias; el juez es de cuerpo y comportamiento medievales, un clásico castellano al que solo le faltan las vestimentas para reproducir su época; por el contrario, el abogado defensor parece bien instalado en el siglo XXI, se le notan los tatuajes en los brazos, lleva colgado del cuello un medallón contra el pecho con el relieve del nacimiento de Venus, zapatillas de tela rojas propias de una estrella de fútbol, camisa de seda azul que le permite ver gran parte del tórax y chaqueta de cuero negro; los jueces lo conocen y lo aceptan así, aunque preferirían alguna sobriedad  con sus ropas, sin embargo éstas le lucen con su bigote espeso y su cabello largo, su capacidad dialéctica y voluntad de superación en cada causa; para sobrio el fiscal, que lleva pantalón y americana del mismo color oscuro, corbata estrecha y bien atada al cuello de la camisa, zapatos negros en punta roma bien lustrados.
 El reo está ausente, no ha sido posible localizarlo y capturarlo, está acusado de un crimen cometido en la zona de explotación de esmeraldas en la población de Otanche y se espera con naturalidad que algún día aparezca su cadáver por la venganza de los hermanos de la víctima.
 El jurado de conciencia está integrado por tres personas, dos hombres sentados a los extremos de una mesa metálica rectangular que parece una mesa de cafetería y una mujer en el centro; charlan entre sí hasta el momento de dar comienzo al acto, cuando la secretaria del juzgado, de cabellos negros y falda larga, ojos pequeños y finas manos, empieza a leer piezas del procedimiento; hay pocas personas presentes como público en el viejo salón del edificio del Palacio de Justicia, con bancas de madera similares a las de una iglesia de pueblo, desnudas las paredes, con suficiente luz natural, dos puertas a los extremos, una que comunica al interior del juzgado y la otra que da acceso a la calle después de bajar más de cuarenta escalones.- Fin.-

                          Vitelio Chisant
                                                   Masquefa, 16 de octubre de 2.013.-

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