viernes, 2 de marzo de 2012

Guiño de Tigre, novela, segunda parte, a mamá.-

Sexta entrega.-
1.-Llegamos con Lucero al hospital Militar de Bogotá, el primero de abril de 1985, ese día Eduardo nos había citado para estar presentes en la retirada de la intubación a mi padre, después de haber sufrido una apoplegía, era momento decisivo que podría ocurrirle la muerte, tal como ocurrió o seguir con vida sin auxilio respiratorio; llegamos tarde, subimos a la planta donde estaba interno, al salir del ascensor lo vimos tendido en una camilla, inmóvil, cubierto hasta el cuello con una sábana blanca que permitía mostrar un rostro apacible, bien rasurado; su sonrisa alejó nustro dolor, era el cadáver más bello, intuyo que su corazón estaba agradecido con la muerte, acortó padecimientos y terapias prolongadas. Desde entonces sé que sigue vivo, no deja de sonreír y por nada del mundo deja de rasurarse a diario, incluso los domingos.
2.-Las fiestas de Pasto son atrevidas, primero las del agua, como rito de la abundancia, después las de los blancos y negros, rito de convivencia y fraternidad de razas, aunque haya más razas de otros colores, el blanco y el negro son la bipolaridad obsesiva; hay que sentirse partícipe o quedarse en casa encerradito; se echa agua y se embetuna a todo aquel que se atreva a salir por la ciudad y que nadie se enfade; salimos a mirar un poco el carnaval con algo de ingenuidad, a Camilo lo embadurnan y la emprende a golpes contra el artífice fiestero, desde entoncs estamos convencidos de su carácter indómito, una leyenda entre sus hermanos.
3.-Mi madre se sienta en las escaleras de nuestra casa del barrio san Miguel, a llorar; a mi padre lo han despedido del trabajo, somos siete bocas para alimentar; sin embargo la estrella de la bondad no estaba lejos, ilumina con rapidez y un nuevo y sorprendente empleo devuelve el sosiego familiar, 1962 es un año de prodigios.
4.-La vida política envuelve de pasión a casi todos los hogares; se es liberal o conservador y pocas opciones hay para escoger o cambiar de bando, vivimos esta situación en familia en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta; la figura reverente fué la de Alberto Lleras Camargo, seduce a mi madre hasta el extremo de considerarlo un amor imposible; el ideal de hombre para una mujer bella: inteligente, culto, conciliador y realizador, además de modesto; ella detiene el aliento para escucharle, su voz pausada y de baja tonalidad paraliza a los liberales e inspira rspeto entre los conservadores; mientras mi padre le elogia, ella se limita a suspirar; este líder político es escritor y presidente de Colombia en dos ocasions, muere como vivió; sin pompas ni grandezas estériles.

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