jueves, 25 de julio de 2013

Cuento.-

                                       El banquero soñador y el cliente pragmático.-
A: Edgar Hernández y Eduardo Abella.-
 "Lo que llamamos sólido contiene un turbión de pasiones".- Daniel.-
 Todos los clientes de la sucursal principal de Tunja, del banco de Bogotá, quieren hablar con su director, un hombre de escasos cuarenta años, más de veintidós al servicio de la institución, frente ancha, gafas de cristales blancos, que dejan ver una mirada comprensiva y ágil, viste con decoro y sencillez, su lenguaje es una mezcla de humor y seriedad, afable, que no deja que ni el cliente ni él se enfaden en ninguna circunstancia adversa; como son día a día bastantes las personas que quieren solo hablar con él, los recibe en grupos, diez o doce al tiempo y jamás deja de recibir a nadie que le haya solicitado entrevista; cada cliente expone con rapidez su necesidad, y él, delante de todos, da soluciones útiles y generosas.
-¿Qué necesitas Juan? -el director llama a cada cliente por su nombre.
-Resulta señor director que el lunes próximo se vence el plazo para pagar la matrícula de la universidad de mi hija, que como tú sabes, ingresa al tercer año de Periodismo y no me alcanza el dinero...-el cliente muestra con sus gestos la importancia del asunto, su voz es firme y segura, sus palabras son precisas, todos los demás escuchan la petición y esperan la respuesta del director como si el problema fuera de cada uno de ellos.
-¿Cuánto te faltan y cuándo devuelves el dinero al banco? -el director va al corazón de la necesidad, está acostumbrado a percibir que en la respuesta inmediata del cliente está su seriedad.
-Me faltan, señor director, mil pesos, y los puedo cancelar en cinco plazos, un mes para cada plazo -el cliente ya había realizado sus cuentas y su rapidez en responder da al director la confianza en la veracidad  de sus palabras, ordena de inmediato la entrega del dinero, incluso le ofrece al cliente que si es necesaria una llamada telefónica suya al rector de la universidad para no perder por ningún motivo la matrícula de su hija; el cliente le asegura que no es indispensable, le da las gracias emocionado y se desplaza a donde un funcionario auxiliar del director para firmar los papeles del compromiso y recibir el dinero; antes de salir, el director le da un soberbio abrazo, que los demás presentes ven como buen augurio para sus peticiones a plantearse, el director lo despide con estas palabras:
-Juan, no olvides invitarnos  al grado de tu hija -palabras acompañadas de humor y seriedad.- Fin.-

                         Vitelio Chisant
                                                    Masquefa, 25 de julio de 2013.-



 
           

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