viernes, 13 de septiembre de 2013

Cuento.-

                                               Conversaciones con Esther.-
Para Marta Izquierdo y Germán Arrubla.-
"Lo provinciano y lo universal comparten banca en un parque público".- Daniel.-
-¿La biblioteca está abierta en la mañana? -pregunta una joven de cabellos revueltos.
-No, solo la abren por la tarde, a partir de las cuatro ¿es la primera vez que vienes? -contesta un hombre sesentón, con los cabellos entre blancos y oscuros, interesado en iniciar una charla que bien puede terminar en un desplante o en amistad eterna.
-Sí, aunque vivo en esta ciudad desde hace mucho tiempo, no nací aquí, pero desconozco los horarios de la biblioteca, ahora solo vengo por una consulta concreta -toma la joven las riendas de la conversación, atraída por la amabilidad del hombre.
-Me gustaría conocer qué tipo de consulta, por si de pronto te puedo ayudar en algo...-él espera a que ella le de confianza y romper la muralla de silencios que se levanta entre desconocidos, entre un hombre y una mujer, entre la juventud y la adultez, entre lo lejano y lo próximo, en fin, los pretextos que dividen a los seres humanos.
-Claro que sí, ni más faltaba, tengo la intuición que me puedes ayudar -la mujer sonríe en señal de aceptación.
-¿Por qué no buscamos un poco de sombra, te parece bien allí? -el hombre está feliz por haber conseguido ser bien interpretado, señala una banca de madera debajo de una encina frondosa y evitar así el potente Sol de las once de la mañana del verano.
 Al sentarse los dos en la misma banca, comparten miradas y gestos cada vez más personales, hasta el punto de confesarse historias y anécdotas difíciles de contar en otros momentos y circunstancias; pasan dos horas intensas, rápidas, a caudales de palabras y emociones, donde la vida responde a cada curiosidad, con apreciaciones sin futuro alguno, la piel habla por cada uno, con sus heridas y laureles, el abrazo recíproco de la complicidad; llega el momento de la despedida, lo cotidiano no afloja y arrastra a las almas a los sitios y obligaciones invencibles.
-Gracias por todo, yo me llamo Esther y me puedes encontrar a cualquier hora en el espacio menos esperado, ese nuevo encuentro se lo dejamos al destino, otro día me dices tu nombre.- Fin.-

                            Vitelio Chisant

                                                        Martorell, 13 de septiembre de 2.013.-

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