martes, 14 de enero de 2014

Cuento.-

                                                       Un jurado hipnotizado.-
A Jaime Ruiz Ojeda.-
 En el mundo judicial hay un territorio de privilegio y lucimiento para abogados creativos: el jurado de conciencia , donde convencer a tres, cinco, nueve o trece  ciudadanos de la calle  para lograr un veredicto favorable a sus intereses, es tan difícil como convencer a un juez o un magistrado de dogmática formación jurídica, de la bondad y eficacia de los argumentos del letrado.
 Escuchar a ésta minoría de abogados  es una delicia para los sentidos y algunas veces para la inteligencia; el convencimiento tiene poco de lógica y mucho de excitación. El jurado está compuesto de hombres y mujeres sensibles, con dificultades diarias, que en ocasiones llegan al salón de juicios predeterminados para una absolución o para una condena. El astuto y mágico abogado tiene que sacarlos de ese pozo mental , sacudirlos y mostrarles un campo plano y lleno de rosas.
-Señores del jurado, éste hombre que está como acusado, no tiene nada que ver con el crimen que se le imputa...-esta podría ser una introducción formal, propia del léxico de la mayoría de los abogados.
-Señores del jurado, ustedes han sido citados para perder el tiempo por un caso en un juicio inútil, sin sentido...-ésta podría ser otra introducción un poco más escasa, menos utilizada.
-Señores del jurado, si no fuera por el respeto que le tengo a la justicia -el abogado tose- diría que este juicio es una circo, el juez y yo unos payasos y ustedes el público  que en vez de pagar se le paga para que vengan a ver el espectáculo...-éste es un comienzo insólito de contenido provocador.
-Señores del jurado -esta expresión repetitiva con dificultad se omite, porque hay que echarse al bolsillo al jurado, que es el que decide- demos un paseo por la historia de éste proceso y veremos cómo se ha convertido en una pesadilla para éste inocente.
-Señores del jurado, me importa un carajo este asunto, pero pongan cuidado lo que les voy a decir...-otro estilo de imprevisibles consecuencias.
 La osadía tiene su recompensa.- Fin.-

             Vitelio Chisant
                                          Masquefa, 15 de enero de 2.014.-

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