Cuento.-

                                                                   El aplazamiento.-
A. Gonzalo Pérez y Celia Aliod.-
"Todo se repite, menos el aroma del instante".- Daniel.-
 La notaría de pueblo está repleta de clientes impacientes que esperan al abogado Francisco Villamil; el notario facilita el local para el encuentro semanal de los sábados, gracias a su alma generosa y su interés para promocionar su actividad de elaborador de escrituras y documentos.-
 Al fin llega el abogado que se desplaza desde la capital de la provincia al pueblo en taxi, con una hora de recorrido por carretera polvorienta, sembrada de escasos árboles y de casas construídas poco a poco, de barro, ladrillos y madera.
 Saluda uno a uno y por su nombre a cada cliente, se acomoda ante una mesa pequeña, donde pone la libreta y un bolígrafo; el maletín negro con hebilla plateada lo arrincona en el suelo contra la pared que cubre sus espaldas.
-Señor Urbano ¿ha traído el dinero para pagarle al señor Ochoa?
 El abogado se refiere a la deuda vencida, de un monto pequeño, difícil de conseguir para Víctor Urbano que apenas trabaja como reparador de relojes; los demás clientes miran al mismo tiempo al deudor, que algo avergonzado contesta que le ha sido imposible conseguir el dinero, que su voluntad es pagar y pide otros ocho días para hacerlo, hasta el sábado siguiente.
 El abogado comprende de inmediato la situación incómoda de Víctor Urbano e interviene para que el señor Ochoa le de el plazo.
.Está bien, hasta el próximo sábado, pero que conste señor abogado que son muchos los aplazamientos que le he dado. -El acreedor al decir ésto mira de reojo a Urbano y se lleva una mano a la montura de unas gafas trasparentes que soporta su afilada nariz
-Gracias señor Ochoa -dice agradecido Víctor Urbano removiéndose en su silla e intentando disimular  su emoción. Fin.-

                Vitelio Chisant
                                                  Martorell, 31 de enero de 2.014.-