sábado, 5 de abril de 2014

Novela.- Cosa de niños.- Segunda parte.-

(Continuación).- Eugenio Gay llama por teléfono a Nacho para comentarle que el fin de semana siguiente van a llegar unos colombianos ilustres para dictar una conferencia sobre la realidad política actual, son profesores universitarios como Umaña Mendoza, hijo de un distinguido hombre de acción, Eduardo Umaña Luna, defensor desde siempre de personas acusadas por sus ideas revolucionarias, le acompaña a Umaña Mendoza el profesor Diomedes Daza, ambos dedicados a la enseñanza del derecho penal, con especialidad en defender sindicalistas, perseguidos políticos y dirigentes renovadores y progresistas; asiste encantado con María, que ha decidido formarse sus propios criterios sobre las ideas políticas de Colombia; son puntuales a la conferencia, Eugenio Gay hace la presentación formal, muestra cifras demoledoras como el elevado número de personas asesinadas por el hecho de discrepar con la ortodoxia de la política oficial y de no aceptar la línea gobernante; desde luego que son personas -más tarde lo argumentan los conferencistas- que obran por su propio riesgo y cuenta; el primero en hablar es Diomedes Daza, nacido en territorio de la Costa Atlántica, territorio de ganaderos potentes que llegan a formar escuadrones de la muerte para defenderse del asedio de la guerrilla y de los secuestradores; Diomedes Daza advierte que ha sido amenazado en muchas ocasiones para que se vaya del país, más de veinte o deje la defensa de ciertos líderes regionales; la verdad -advierte de nuevo-  que las amenazas no vienen solo de una dirección, vienen del fuego cruzado entre la guerrilla y todo lo que se le parece, por un lado, y por el otro, por el gobierno y todo lo que se le parece, como paramilitares y escuadrones de la muerte; Diomedes Daza comenta la ironía que al defender un líder de pueblo, sencillo y valiente, fuera amenazado al mismo tiempo por las dos alas enfrentadas, cada una de ellas lo veía como un enemigo real o potencial; la verdad -continúa con su exposición- clamaba por la honestidad, la utilidad de los fondos municipales y el respeto a las decisiones judiciales, puesto que los dos enemigos poderosos se veían afectados por un modesto hombre, al que logró su excarcelación y libertad total; tuvo que marcharse de la zona y dedicarse a otras cosas distintas, como las organizaciones deportivas en ciudades diferentes; a su vez Eduardo Umaña Mendoza amplía la visión social de Colombia, dice que está de acuerdo con su amigo y colega Diomedes Daza, pero quiere darle una mirada filosófica, como todo en la vida -agrega con gravedad- hay que llevarlo a ese terreno para hacer comprensibles los acontecimientos y los corazones humanos; una vez trazado el canal filosófico, por ahí circulan las aguas de la historia, que inventa los hombres, las ideas y los sucesos; se pregunta entonces cuál es el contenido filosófico del pueblo colombiano, responde que después de reflexionar durante un tiempo lo reduce a la falta de fe en sí mismo, lo que le genera el vaivén de la inseguridad, si no tiene fe en sí mismo, ni la tiene a los demás, de sus dirigentes, ni de su historia, de su porvenir; esa desconfianza despedaza su entusiasmo, lo lleva a la violencia, porque quiere reclamar a la fuerza lo que no ha ganado en el alma, casi similar a lo que sucede con cada persona en particular, hay quienes necesitan reclamar a los demás lo que no logran por sí mismos y no lo logran por sí mismos por falta de fe en ellos, dudan de sí mismos; la historia del país es sencilla de observar y entender, guerras de unos contra otros, de los que ganan el poder contra los que lo quieren, cuando éstos lo consiguen entonces es la guerra entre estos nuevos hombres de poder contra los que han sido desplazados; lo más curioso de todo es que el poder conseguido por el cual han existido cientos y miles de víctimas y destrucción, es la apariencia del poder, cuando el verdadero poder está en otros sitios, en otras manos, en otras arcas; cuál es entonces -vuelve a preguntarse- el poder aparente que da lugar a tantas guerras, no olvidemos que no han terminado las guerras, hay una ahora mismo, a las puerta de las ciudades, en los campos, entre el ejército y las Farc, que son iguales que los anteriores, con una fachada ideológica pero el contenido igual a ver quién se alza con el poder -repite- es el poder aparente, es la lucha por una quimera, una ilusión, un espejismo, aunque me resulte difícil creerlo -insiste- el pueblo colombiano es fácil de engañar, como lo son los niños o en general las personas ingenuas; el poder es invisible, impenetrable e invencible, porque se transforma, se diluye para vivir, no muere nunca, no puede morir, es eterno; la gente cree que el poder se obtiene por ganar un combate o una elección, no es así, ni siquiera los que se perpetúan en el poder lo tienen de verdad; voy más allá -el conferencista se emociona- ni siquiera matar una persona, una idea o todo un pueblo es poder; me da risa cuando veo en los periódicos que Obama o Putin o el Secretario General del Partido Comunista Chino son los más poderosos del planeta !cuánta ingenuidad hay en esas afirmaciones! ostentar un gobierno, incluso por la dictadura, es expresión de poder, entonces ustedes me dirán asombrados -levanta la mirada sobre el auditorio- ¿cuál es el verdadero poder o dónde está? he ahí la gran pregunta que yo quiero ustedes me ayuden a contestarla, yo tengo mis borradores y conjeturas al respecto, pero necesito que ustedes me ayuden a completarla;  de lo que sí estoy seguro es que la búsqueda desesperada de eso que llamamos poder ha causado dolor y tragedia, miseria y exilio y lo seguirá causando; ¿hasta cuándo? -sigue el profesor Umaña Mendoza con sus interrogantes- hasta que la naturaleza humana comprenda que el verdadero poder no está ahí afuera, sino en cada uno, adentro, bien adentro, aunque esto cause sorpresas está relacionado con nada menos y nada más que con la felicidad; se me dirá -prosigue el conferencista-  que la felicidad tiene que ver con bienes materiales, consumibles, contesto que sí, pero no de manera directa como tenerlos es igual a felicidad y no tenerlos es igual a infelicidad, no, de ningún modo; lo que llega de la felicidad como de todas las cosas buenas, es que cada uno la concibe y busca de una manera, no hay una felicidad para todos, ni todos detrás de la misma felicidad, pero sin embargo !cosa curiosa! -se sorprende el profesor Umaña Mendoza- ahora hablamos a nivel de pueblos, de la gente que vive en un país, en un territorio, que las personas que buscan la felicidad se entienden, se protegen, se ayudan, forman un sólido colectivo que los pondrá a salvo de los gobernantes y políticos que quieren prometerles lo que no es posible dar; (continuación).-


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