miércoles, 4 de julio de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Entrada vigésimo cuarta.-
 El padre continúa con su cerveza, la madre y los hijos se dispersan, entonces prefiere poner discos y apaga la radio, -se acabaron las malas noticias, ahora viene la música-, pone para empezar  un disco con las canciones de Carlos Gardel, se queda inmóvil escuchando sus melodías, nadie está presente para acompañarlo, de vez en cuando desde el comedor la madre le dice: -mijo, venga a comer-, ya están todos sentados en la mesa, el padre contesta en voz baja: - luego voy, antes me voy a tomar una cerveza-; la madre y los hijos siguen comentando las noticias sobre Kennedy, de su posible asesino y de la consternación en el mundo entero, después de la comida cada uno se va para su habitación, la madre insiste al padre para que tome la comida, es imposible, los discos siguen sonando, después de Carlos Gardel vienen Garzón y Collazos y el barítino Caballero; la madre espera un buen rato, mientras tanto limpia la cocina, lava los platos, barre y pasa el trapero, ! por fin ! el padre se levanta, se sienta en la mesa del comedor, la madre le sirve de nuevo una sopa de papas, cebolla y un par de huevos dentro, la anterior comida la tuvo que recoger porque se había enfriado, después de que se comió todo en silencio, lo acompaña a subir la escalera, lo coge del brazo, la escaleras son de madera, estrechas y empinadas, hay que subirlas con cuidado, arriba en la habitación cierran la puerta; la noche es triste, aunque la noche encuentra reposo al ver al padre dormir, al día siguiente hay que trabajar y dormir. Los periódicos madrugan y anuncian con grandes titulares el asesinato de Kennedy, muestran la fotografía cuando Jackeline intenta darle la mano a un guardaespaldas para que se suba al automóvil descapotable y proteja a su marido y también desde luego a ella; en la calle, en las cantinas, en los colegios y en la radio se sigue hablando de lo mismo; cada vez más se desvirtúa que el asesinato fué cosa de los comunistas, se habla de un asesino solitario, se recuerda que los magnicidios son obra de mentes perturbadas, aisladas, que desean ser famosos a costa de un crimen de algún personaje; -les apuesto  que el asesino fué Jonhson en complicidad con Fidel Castro- insiste Eduardo, que está dispuesto a desmenuzar los argumentos en ese sentido, tiene lógica, pero como en toda argumentación exagerada, faltan pruebas; los demás escuchamos en silencio.

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