jueves, 12 de julio de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Entrega vigésimo sexta.-
  Las mejores ventas las realiza el padre en un pueblo importante en la frontera con Ecuador, Ipiales, la segunda en importancia después de Pasto, es una zona agrícola extensa, rica en la producción de papa, cuanta con varios almacenes grandes de venta de productos para el campo, pero también hay competencia con otros vendedores que vienen incluso desde Cali, bastante lejos de allí, atraídos por el potencial de ventas; tampoco se sorprende el padre cuando descubre que desde Ecuador también llegan vendedores, es fin, poco a poco introduce los productos de su empresa, que son de gran calidad, además él es un excelente conversador; -señor Tarquino, ¿qué le parece si le dejo algunas muestras de nuestros productos para que las gentes los puedan probar para sus cultivos?-, me parece bien don Eduardo, déjeme unos veinte kilos y así iremos poco a poco-, responde el cliente a la confianza del padre, que le permite que esos kilos se los pague cuando los haya vendido, así el cliente acepta la prueba sin riesgo alguno; -volveré la otra semana, ya me contará entonces el resultado de la eficacia con ellos-; -de acuerdo, don Eduardo, le espero la semana próxima.                                                                                                                                                                             -                                                               6- Cantan los canarios.-                                                                                                                                 
Día a día alguna inquietud asoma; - ¿qué pasa Durán que no te veo bien?, si quieres puedes irte para casa-, el profesor Calderón nota que su alumno no se concentra en su clase de matemáticas, favorita para Daniel que la encuentra lógica y creadora; -sí, es verdad, no me encuentro bien, prefiero irme para mi casa-, contesta Daniel, sometido a una presión insólita, inesperada, él mismo no lo sabe bien, " ya aparecerá algo que me explique este malestar ", piensa para sí; -puedes marcharte, según como sigas vienes a clase, lo importante es que te recuperes-, el profesor Calderón le da una palmadita en la espalda y lo acompaña hasta la puerta de la calle para que el portero lo deje salir, hay órden de que ningún alumno puede abandonar el colegio antes de la hora de salida. Daniel decide dar un paseo por el parque de la Media Torta, hay suficiente verde para caminar un poco, echarse en el suelo y meditar; estando allí unos minutos y cuando decide irse para casa, ve una extraña nave que se acerca a donde él está; sorprendido mira para todos lados para ver si hay alguien más, no ve a nadie, se imagina que es una de esas naves de la fuerza aérea que se utilizan para medir la humedad, o rastrear el ambiente; sin embargo la nave decide posarse cerca de él, casi que a menos de dos metros, está suspendida en el aire, a unos cincuenta centímetros del suelo, intenta salir corriendo, es imposible, se siente atrapado, pero algo curioso ocurre con él, no siente miedo alguno, es curiosidad lo que siente, quién sabe quiénes pueden salir de esa nave, dispersa luces de colores, es pequeña, dorada, y no da muestras de hacer ningún daño.

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