jueves, 16 de agosto de 2012

Cuento.-

                                                                                 La escalinata dorada.-
Para: Héctor Helí Rojas Jiménez.-
A. Rodrigo Alvarez Pardo.-
 " Todo parece mentira, todo parece verdad, lo que cuenta es lo que nos parece ".- Daniel.-
 Emiliano escribe un poema jocoso e irreverente, como todos sus poemas y decide irse a dormir, la noche anterior ha bebido cerveza con su amigo Jairo Amaya "El chiqui" y necesita descansar; abre una lata de atún, hace un emparedado con algunas rodajas de pan que por cusualidad encuentra en la despensa, un poco de leche calma su sed, apaga la radio y sube al dormitorio; está solo, su madre y hermanos han ido a visitar a la tía soledad, es probable que regresen al día siguiente.
Sueña entonces con imágenes espectaculares: un hombre gigante, sentado en su trono de oro le pide que se aproxime, le pone una mano en el hombro derecho, le mira con bondad y le dice: -Emiliano, te felicito por tus poemas, son valientes y hermosos, como premio cuando despiertes estarás rodeado de riquezas, junto a tu familia a la que tanto amas, con el único compromiso que sigas escribiéndolos, con total libertad, hasta el último día de tu vida; si alguna vez decides no escribir más poemas, volverás a tu condición anterior, de austeridad y limitaciones, eso sí, con el mismo amor de siempre, que nadie te lo podrá quitar.
Emiliano despierta en medio de la abundancia prometida en el sueño por el hombre gigante, su habitación es amplia y dorada, con bellos muebles y costosas cortinas, al frente de la ventana hay un escritorio de madera fina, con suficientes plumas y folios para escribir una vida entera; encima del escritorio reluce una bonita lámpara, potente, plegable, para que sus ojos, algo cansados, no trabajen sin suficiente luz; una máquina de escribir Olivetti, acorazada; un armario de lado a lado, sillas cómodas, un tapete rojo traído de los Emiratos Arabes y pinturas de diversos temas, entre ellos el campo, la ciudad y la pasión del amor; desciende por las escaleras, entre ellas hay un escalón dorado, que al pisarlo renueva la fuerza del sueño y de su benefactor; al día siguiente llegan la madre y los hermanos, que sorprendidos por los cambios del hogar le preguntan a Emiliano que les cuenta en detalle lo ocurrido. Todos celebran y deciden que nada ni nadie moleste al escritor de poemas su creación, le cubren de cuidados y así llega hasta el último día de su vida, dando cumplimiento a su palabra.
Al morir se encuentra que el gigante hombre es su padre al que lleva tiempo sin ver, se abrazan y dan lugar a que durante muchas generaciones exista un sueño, similar al que tuvo Emiliano, con el compromiso revelador de realizar cualquier pasión liberadora. Fin.-

                                      Vitelio Chisant
                                                                    Masquefa, 13 de agosto de 2.012.-

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