viernes, 8 de junio de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Décimo sexta entrega.-
 Paralelo a la práctica del fútbol, viene una práctica igual de apasionada: amor al mundo de los grandes futbolistas, las selecciones nacionales a las que pertenecen, ver por televisión la transmisión de grandes partidos de los campeonatos de fútbol; en ello va también el coleccionar las pegatinas para adherir en los álbumes y llenar hojas enteras con los rostros de los famosos; el equipo que gana el corazón de los aficionados en Colombia es Brasil, tiene la estrella de todos los tiempos: Pelé, que a la hora de la verdad no falla, consigue lo que quiere y no hay nadie que le haga sombra; los demás futbolistas le respetan y los aficionados son súbditos suyos; Pelé alegra la vida de la gente, tiene compañeros tan buenos como él, pero Pelé nació para la gloria. La selección de Colombia es para disgustos; se inflama el corazón de los fanáticos antes de un partido y luego se desinfla al final; la mejor frase es: "jugamos como nunca y perdemos como siempre", es el himno del pesimismo en el que viven los colombianos con la selección desde hace décadas; nada tan doloroso, sin embargo nadie se ilusiona con más y nadie exige más; el fútbol es para alegrías y para tristezas, como la vida misma; los años siguientes son estériles para el fútbol en el corazón de Daniel, se pasa de su ejecución en el barrio y en el colegio para ser testigo nada más de los acontecimientos mundiales, se deja el pequeño protagonismo y entra a vivir y oír lo ajeno, aunque grande y glorioso, ajeno, la práctica de otros, los profesionales que ganan fortunas para que otros los adoren, es triste, languidece el fervor y la pasión por ser él mismo, un pequeño jugador, a un devoto incondicional.

                                                         4.- El altar.-

 En el barrio "San Miguel " Daniel se levanta antes de que amanezca, un poco antes de las seis, la familia duerme, intenta ganar la calle en completo silencio, cierra el portón principal con cuidado, se dirige al descampado cercano, junta con rapidez varias piedras de menos de medio quilo de peso, forma un círculo amplio, se coloca en el centro y espera la salida del Sol, cuando asoman los primeros rayos se inclina y pide por todos y por todo, luego dispersa las piedras y regresa de inmediato a su hogar, nadie se ha dado cuenta y se mete en la cama; esta acción se repite siempre que logra despertarse a tiempo, que nadie esté despierto, la discreción le sostiene el entusiasmo, y que el tiempo de la calle sea bueno; el altar abierto al Sol es el comienzo de algún altar, en alguna parte, con piedras, con figuras, con imágenes, la divinidad ha estado ahí siempre dispuesta a escucharlo, y él dispuesto a suplicarle y agradecerle, su corazón nunca puede estar en blanco, necesita ser ocupado por alguien que dé fortaleza, que viva, que ame; el altar nace en el silencio y en la necesidad; las imágenes católicas son impuestas, luego son rechazadas y después ocupan su sitio natural, en libertad, acorde a los sentimientos y es cuando permanecen; ganan sitio las vírgenes, la estampita de la Inmaculada en el bolsillo de la camisa; santero y devoto de las imágenes de las divinidades humildes, se inclina por san Martín de Porras y por san Francsico de Asís, se aleja de las divinidades por el conocimiento y la jerarquía, el boato y la alcurnia, pero siempre un altar, es hermoso, la ayuda en la carga de las dificultades, con la vida complicada, en definitiva son amigos para los momentos difíciles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario