sábado, 23 de junio de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Entrada vigésimo primera.-
 Alvaro está intentando seguir una carrera canónica, piensa estudiar Derecho y Leyes para luego especializarse en Historia de la Religión e impartir clases; lo dice siempre que puede; las mujeres del club Omega creen en un Dios bíblico que hizo el cielo y la tierra; -¿si Dios no creó esto, quién lo hizo?- es una frase dominante para evadir cualquier discusión de plano; Eduardo, algo crítico, cuestiona dogmas y doctrinas que sólo se aceptan por la fe; la discusión de religión se desvía hacia el cuestionamiento de la vida de los sacerdotes, a veces desordenada y exagerada como acurre a sus jerarquías; hay algún lunar para ver y eso desvía el diálogo, a fin de cuenta las discusiones sobre Dios terminan en empate, son estériles y poco fiables, hay argumentos para un lado y para otro lado; -si los argumentos se pudieran vender seríamos millonarios-, dice Alejandro con algo de broma, pierde fuerza el debate y entra en juego otro debate igual de estéril, el de la política; -ser revolucionario hasta los treinta años es lúcido, seguir siéndolo es idiota- frase famosa de un catedrático, nada sabe su autoría,  acomodada para las circunstancias, son los debates en que nada ni nadie sirven, hay que combatirlo todo, se dan soluciones pero no se dice cómo se logran, es una actitud propia para pasar el rato, para entretenerse mientras llega la hora de partir y dormirse; el debate sobre política cubre el debate sobre religión, con el mismo lado enfermizo de la intemperancia y el desahogo.
 -Tiene más lógica hablar de fútbol- anuncia Alvaro que tiene su equipo perfecto para ganar cualquier copa regional o nacional; todos sacan a relucir sus dotes de entrenadores y conocedores de las habilidades de los deportistas; se escogen jugadores de Millonarios, Santa Fé, Nacional y alguno más del Júnior o del Deportivo Cali; -los colombianos son buenos futbolistas, pero fallan a la hora de la verdad- dice Lucía siguiendo el eco de la prensa diaria que los elogia y entusiasma antes de un partido para luego, ante una derrota segura, despedazarlos y echarlos a las llamas del olvido; Esperanza está de acuerdo y acude a la desconfianza nacional, a la falta de fe en sus jugadores y de ellos en sí mismos; -está claro que primero son los extranjeros y luego nosotros- expresa de nuevo Esperanza dándose cuenta que la gente del fútbol habla de Brasil, Alemania y Argentina como favoritos; el complejo a la hora de enfrentarnos a ellos es grande.

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