viernes, 1 de junio de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

                                                             Décima tercera entrega.-
3.- El fútbol y el baloncesto.-
 Santacruz es corpulento, algo bajito y rubio; -tú tienes cuerpo para jugar al baloncesto- le dice a Daniel que acaba de llegar al colegio de los hermanos Maristas de Pasto, la familia al completo vive en esa ciudad, el padre ha sido trasladado desde Bogotá, el calendario escolar acaba de terminar en noviembre en la capital y hay que empezar un nuevo curso en Pasto, ya iniciado en octubre; -¿antes habías jugado al básquet?-, vuelve a preguntar Santacruz, dispuesto a formar un buen equipo, tiene alma de organizador; -no, jamás-, responde Daniel un poco decepcionado de sí mismo: -no importa, te entrenaremos-, Santacruz no se rinde, sin embargo todo el interés de formar un buen aquipo queda sepultado por el difícil año académico, tanto para Santacruz como para Daniel, hay que estudiar a todas horas, el religioso que dirije el curso no da respiro en ningún momento, su gran interés es mantener a sus alumnos ocupados día y noche, no dejar que las horas libres se conviertan en causas de perdición, entonces utiliza las formas`posibles de ocupación: memorizar largas poesías, aprender la historia universal de veinte páginas en veinte páginas para cada clase, las clasificaciones científicas de la botánica no se escapan a los deberes diarios; quizás el único oasis durante ese año de fanática memorización es la clase de matemáticas que dicta el profesor Calderón, hombre sensible con las necesidades en alimentos de sus paisanos los ecuatorianos, para ello pide en cada ocasión a sus alumnos llevar mercados a un centro comunitario para repartirlos, de modo que Santacruz tiene que retirarse durante ese año, no puede con el acoso escolar del religioso y Daniel termina al borde del precipicio, logra pasar el año por una suerte misteriosa; Daniel no vuelve a saber nada de Santacruz y le pierde de vista para siempre; sin embargo Santacruz tiene su sombra sembrada: Daniel empieza a jugar al año siguiente baloncesto a las horas menos pensadas, entre clase y clase, al mediodía y por la noche, junto a su compañero Javier, hábil y divertido y luego sólo en la práctica del encestamiento desde diferentes pasos de distancia al aro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario