lunes, 24 de septiembre de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Entrada cuadragésima octava.-
 Un sueño le revela la inteción de él, lo ve con el rostro desfigurado, apretándole a ella todo el cuerpo, arrastrándola y humillándola en una casa llena de velas encendidas, ella grita con desespero y despierta; a ella siempre le gustan los sueños, se siente atraída por sus mensajes, sabe que son protecctores porque a veces en otras circunstancias es difícil transmitir mensajes; lo interpreta a la perfección: él quiere reducirla y postrarla, necesita mostrarse como amo y señor porque su alma se lo pide, porque así desarrolla un poder que le beneficia para su mundo espiritual; ella sabe que de toda relación, incluso de las relaciones espirituales, surge la necesidad de dominio, de autoridad, de ejercer jerarquía sobre otros, es la condición natural de las fuerzas de la naturaleza para la distribución de espacios, si se ve en aspectos densos, también en aspectos sutiles, en fin, un misterio que hay que aceptar y comprender para rebelarse; ella decide ese mismo día ir donde el médico, él no pone para eso ninguna objeción, aprovecha para en un rellano del centro de salud llamar por teléfono a su hermana que por fortuna coge el teléfono, le dice que por favor venga a rescatarla, le da la dirección, le advierte que llegue con cautela porque ignora cómo puede reaccionar él, que en otro momento le contará todo; cuelga y se va para su casa; a los tres días llega la hermana acompañada de una amiga, ella se pone feliz y se abrazan como nunca, el compañero de Francisca no está presente, han llegado por la mañana, a eso de la diez, han viajado toda la noche y tienen que irse esa misma noche, tanto la hermana como la amigan trabajan y no han podido conseguir más tiempo de permiso; Francisca les dice que han llegado a buena hora, ella tiene su maleta preparada, prepara también la de los tres hijos aún pequeños, manifiesta que se los llevará consigo; Francisca les pide que no la dejen sola cuando él llegue; así ocurre, él llega y se pone lívido, aún no percibe lo que pasa, Francisca le dice que tiene que viajar con urgencia a su casa porque su madre está enferma, que se lleva los tres hijos menores porque no sabe el tiempo que va a estar ausente, es un pretexto que le sale del corazón; coge los tres pequeños, su equipaje y se suben en el coche de la amiga, rumbo a Barcelona, para no volver jamás. 

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