viernes, 12 de octubre de 2012

El altar de Plutón.- ( novela )

Entrada cincuenta y siete.-
                                                 10.- La bondad de la suerte.-
 Se ha hecho presente la suerte con su prodigiosa generosidad cuando se la ha necesitado; los momentos de incertidumbre no han fallado a la cita inclinándose para el lado de lo generosidad, el alivio y el apoyo; es el caso de la caída de Daniel desde una tapia de poco menos de dos metros, se rompió la frente y así fué recuperado y sanado; sus hijas Alexandra y Paholita han sufrido accidentes caseros y se restablecen sin apenas dificultades; -me voy al tirar al río- dice Paholita y se lanza al pozo llamado " ocho chorros " en una vereda de El Espinal; se lanza delante  de sus primos, sus padres y su hermana; al caer  al agua se nota que no puede salir a la superficie; saca un brazo para reclamar ayuda; su padre se lanza pero no alcanza a cogerla por la fuerza del agua al caer por los tubos; de pronto la bondad infinita de la suerte le saca a ella y luego al padre; es un momento de agradecer que ocupa la existencia entera; en otra ocasión Daniel conduce su relault 6 por la vía Bogotá-Tunja, va con su esposa y sus dos hijas; le coge el sueño al conductor y se sale de la carretera; a nadie le ocurre nada, apenas unos daños en el vehículo; la mano poderosa de la suerte se abre para ofrecer bondad; en otra ocasión Marta Lucero se sube a un tejado de su casa en Guateque para realizar alguna limpieza, se rompe la teja y cae al vacío de pocos metros, nada le ocurre; el padre de Daniel conduce vehículos durante toda su vida para su trabajo, acostumbra a beber, no siempre con moderación y llega a su casa los fines de semana donde le esperan su esposa y sus cinco hijos; Eduardo deja una plaza para estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, aunque brillante y estudioso, nada le puede garantizar su acceso;  Daniel y sus hermanos logran vincularse a la administración del Estado, donde los puestos de trabajo son estables; los hijos de unos y otros se han formado  en buenos colegios y universidades; nada ha faltado para ser felices; Elenita ha viajado por muchos lugares del mundo; cada uno de los hermanos y los hijos de Daniel tienen sus viviendas propias; Marta Lucero la tiene también con su esposo Rafael; Daniel vive en alquiler con alegría y comodidad; en fin, a estas situaciones hay que agregar otras; la suerte se ha mostrado benévola, ha empujado los acontecimientos en la dirección de la felicidad; así lo creen todos y es la hora de agradecerlo; la suerte amplía sus brazos cuando otorga facilidades en uno y otro sentido; en España Daniel recibe el apoyo de sor Genoveva en su Obra Social Santa Luisa de Marillac, donde colabora por espacio de once años, de esa colaboración recibe remuneración suficiente para la familia; el Decano del Colegio de Abogados de Barcelona, Eugenio Gay, lo protege y lo colegia sin dilación alguna; Lucía logra contrato con la Universidad del Tolima, con sede de Ibagué, que le permite organizarse en un apartamento y cumplir una misión educativa; Camilo sufre ataques epilépticos durante varios años hasta que de un momento a otro, gracias a las oraciones de la madre, se cura de inmediato sin  quedar rastros de tan dolorosa enfermedad; las hijas de Daniel, Alexandra y Paholita consiguen trabajos que les ayuda a llevar una vida inteligente, se casan y tienen hijos; Maya Esperanza se marcha del vientre de Alexandra antes de nacer porque quiere ayudar a su familia desde la otra orilla del inmenso río de la vida; los tíos y los primos de Daniel viajan al exterior, estudian carreras universitarias, tienen formación técnica y artística para su realización; las muertes que han ocurrido han sido rápidas y bondadosas; Jairo, con su alma intrépida, colabora con su esposa y sus hijos para su bienestar y felicidad; por todas partes la suerte muestra su alma bondadosa; basta con estudiar y comprender el mundo para sentirse afortunado; la contemplación de los elementos y de las funciones naturales de la vida dan alegría; Tulio Manuel,  y un amigo de Daniel vinculado a la Justicia, recibe unos tiros por cumplir con su deber; es gloria de la patria y honor de su gremio, lo mismo ocurre con María Eugenia Riaño que muere tiroteada mientras toma un tinto a las ocho de la mañana en una cafetería de Chiquinquirá; los que se van, los que se quedan, la suerte es que continúa la vida, ellos allá, otros acá, vidas paralelas del mismo contenido y naturaleza; -¿ dónde nos vamos cuando morimos?- es la pregunta familiar que se formula en ciertos momentos; -a ninguna parte, siguen aquí, si tú quieres- es la respuesta de Marta Lucero, Rafael, Daniel y las hijas Alexandra y Paholita, desde luego que parece simple pero es así, las formas son lo que menos importa, es como una observación de las diferentes especies, de una exposición de pinturas, de las lenguas que se hablan en el planeta, formas, pero el contenido es igual, es decir la vida, la belleza, la luz, el entendimiento y la comunicación, el apoyo, la solidaridad, la felicidad; esas adaptaciones  a las nuevas formas y así el río de la vida fluye; la bondad de la suerte está  está en adaptarse y comprenderlo, en ello está la felicidad; Daniel ejerce la profesión de abogado y obtiene el sustento para la familia; la bondad de una profesión hermosa, que tiene sentido, que permite la elocuencia; ó la práctica de la narración que busca y encuentra en cada instante; ó el caminar por calles, vías y andenes por Bogotá y Barcelona, el encontrarse con alguien y conversar; el mirar a los ojos y enamorarse; el abrir la ventana de la habitación y recibir la amable risa que nos baña de placer; el leer " la Vanguardia " o cualquier otro periódico en una mesa donde hay un café con leche a la espera de ser consumido; ó poner la radio y escuchar noticias; en fin, cuidar de tus plantas porque ellos también te cuidarán; hablar con los espíritus desde tu corazón para saludarlos, pregunbtarles cómo están y si es necesario pedirles algún alivio; el contemplar las criaturas que están en tu cuarto, que parecen inmóviles pero que pueden moverse tanto como tú, como los árboles, como las estrellas, como los asientos, como las sillas, las puertas, los cristales y la alfombra que pisas para escribir con sosiego y comodidad.

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