sábado, 20 de octubre de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Entrada sesenta y seis.-
                                              12.- Los amigos.-
 Permanecen, unos por acá, otros por allá; basta que lo hayan sido una vez, para seguir siéndolo; la familia tiene numerosas amistades; Rafael Padilla es amigo del padre, comparten circunstancias de bondad y fraternidad; viajan juntos por el Oriente de Colombia, la vida militar les separa, Rafael no puede ingresar al ejçercito por dificultades para mover un brazo, luego la vida conyugal de cada uno de ellos vuelve a distanciarles; desde entonces los encuentros son esporádicos, lejanos en el tiempo, intensa en reminiscencias y de poco futuro; la forma de ver el mundo les separa y el afecto que surge como planta silvestre los vuelve a unir; Rafael Padilla tiene cuerpo de boxeador, pesa cien kilos y mide un metro con ochenta centímetros; tiene calvicie prematura, es alegre y bondadoso en su trato; habla de encuentro con amigos y mujeres; sigue la vida como puede; el padre es un hombre organizado, trabaja para su familia y aspira a disfrutar con el retiro; le gusta la política y ama la oratoria; al día siguiente madruga a trabajar donde le hubiera encontrado la amistad de Rafael; es algo que no puede acabar; nada se deben, nada se reclaman, es una amistad libre, sin  ninguna clase de sometimiento ni de interés; no hay fecha para una próxima reunión; Rafael decide por una temporada entrar a trabajar con la rama de la Justicia en Bogotá; el puesto se lo debe a la influencia con un magistrado; no soporta la sordidez de los compañeros y renuncia; se va donde lo sorprenda la alegría y la bondad de las gentes; la madre tiene amigos entre la propia familia, se lleva bien con sus hermanos y los hijos de éstos; en el barrio de las Américas tiene dos amigas; Carmenza que es su amiga lejana, su casa está al final de la calle y Lola, vecina cercana, solo una casa de por medio; Carmenza es bella, tiene gestos de dama, habla de la enfermedad de su marido que lo tiene al borde de la tumba; ella habla con aplomo y cuenta la historia con sensibilidad y crudeza; la madre la pone al día del estudio de los hijos, del trabajo del esposo y poca cosa más; la madre es austera en sus comentarios, no ve las dificultades como problemas y encuentra respuestas afirmativas para todo; Lola va todo el tiempo; cuando le hablan de las infidelidades del marido se limita a decir sin dejar de reír: -ojos que no ven corazón que no siente-; Lola no se daja acorralar por ninguna noticia adversa, de ella, su familia y del mundo en general; prefiere hablar del pan que ahora prepara en su horno, de la comida que va a organizar a su familia para la noche y algo más; la madre tiene el mismo talante, se entienden bien por eso, se encuentran cuando hablan del futuro de los hijos; el dinero es suficiente en los dos hogares; Lucía tiene una amiga que se conocen desde el colegio, Esperanza Hernández, luego algún mal entendido las distancia; son amigas de fiestas y de las charlas incipientes de amigos y novios; Esperanza es simpática, buene estudiante e independiente; se inclina por las matemáticas y da clases en la Universidad Nacional de Colombia; en alguna ocasión Lucía necesita la intervención del padre de Esperanza, que ejerce como abogado, para defender su esposo, sale en libertad y desde entonces algún veneno afectivo enturbia la relación.

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