sábado, 6 de octubre de 2012

El altar de Plutón.- ( novela ).-

Entrada cincuenta y cuatro.-
 Es un lenguaje de agradecer, pródigo, que arregla el día; el erotismo atiende a otra escuela, para predadores en su profunda selva, que donde ponen la mirada ponen el colmillo, que no se contentan con oler, tienen que arrancar un trozo de carne antes de tragarse la presa; es una escuela superior, para superdotados, felinos en vías de extinción; el otro erotismo es apenas contemplativo en comparación con aquel, de salón, que fulmina tanto como aquel, pero que conserva los modales, que incluso lleva guantes y sombrerito, aunque luego tenga que despojarse de ellos para sacar las garras bien cuidadas; en uno y otro caso la fiera es la misma, tan hábil el oso como el zorro; -estás como para comerte- dice Lola con su enorme cuerpo que dobla erecto hacia atrás como arco que se dispone a disparar la flecha del sexo; en estos casos el erotismo se reduce a la mínima expresión, no alcanza a mostrarse cuando el tigre del sexo pone sus garras encima; así sea solo de palabras, pero son palabras como colmillos; volviendo al erotismo de salón, no es como aparenta, bien acicalado, cuidando las formas, incluso bebe algo sin alcohol para confundir a la víctima, de pronto el traje se rompe en mil pedazos, los botones salen volando, muestran un pecho inflamado, imberbe, se orina encima,pero eso sí, no pierde la compostura ni se mueve de su sitio, está clavado a la silla de la educación, el respeto es ante todo su bandera y lejos de saltar sobre la víctima, le ayuda para acomodarse, donde ésta nutre su complicidad; los trozos de carne empiezan a desparramarse, es la belleza de la fuerza de la naturaleza, en sus diferentes grados y maestrías; hay quienes matan con todas las de la ley, sin derramamientos inútiles de sangre, sin manchar la alfombra, que la víctima sufra lo menos posible, pidiendo disculpas para asestar el golpe definitivo, sin palabras fuera de tono, concentrados en lo suyo, matar.

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